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domingo, 16 de noviembre de 2014

Redención

Hasta que punto me pregunto se guarda el yo interno. Ese de rabia, de desamor, de existencialismo, de noches enteras cantándole al mundo, pero no esa noche hermosa estrellada. Esa noche flatulenta, esa noche barriobajera, de borrachera ambigua, de alegría y de amistad, de rabia y frustración. Hasta que punto un conductor avanza en la ruta menos idónea para su vehículo? hasta que estalla? hasta que se desbarranca?
Los años pasan, y nunca en vano. Siempre los años se tornan un aprendizaje, de lo bueno y lo malo, lo deseable y lo que no era deseable pero que en algunos años abundó.  Y que hacer contra eso? Resistir. es una noble idea al menos. Y a pesar de todo lo que resistas, sabes que un algo te presiona, porque no eres tu dentro de lo que habitas y convives. No eres tu, y te traba, te traba a avanzar, a corregir, a mejorar, a gozar, a disfrutar.
Gozo lo bueno que he vivido y aprendido. Gozo un escape, gozo vida, gozo música, deporte, amor. Y ahí siempre estará, esa sombra, esa silueta en el ocaso, esa inseguridad, ese rencor, esa rabia contenida, ese ser que no quieres ser.
Me he equivocado, he guiado mal mis pasos en muchas cosas. He pedido perdón, y he pagado todos mis pecados. Uno por uno, casi con cizaña. El tiempo abundante de todo se torció hasta el extremo inesperado. Conocí la soledad, conocí el vacío, conocí el llanto interno del alma, la frustración inmensa, la malaria de mi entorno. Pero que va, estamos reunidos todos aún, y esa sombra negra que existe dentro, las largas noches de destrucción le volvieron a dar color al triste y sombrío espectáculo del cual alguna vez todos hemos vividos. Esos seres insatisfechos sólo en algunos excesos se sienten ad hok al padecimiento de vivir en esta máquina inhumana. Y por mas que queramos quizás nunca lleguemos al elixir del conformismo aquí, y quizás nunca le demos al gatillo en nuestra frente.

Perdedores Anónimos, los invito a continuar la vida de nuestras "Mentes en Blanco".

sábado, 4 de septiembre de 2010

Teatro

No son los mismos actores,
pero es el mismo guión
cuando los oígo me arranco,
cuando los oígo me duele el pecho
porque se reviven en mí los cuadros,
porque son diferentes a la vez iguales
sin mencionar el más inevitable
repetitivo e infinito cuadro
que cae con el telón sobre las tablas.
Por: Vanessa Saavedra

domingo, 4 de julio de 2010

Amanecer


La noche estaba triste, y yo también.
Aquella noche la luna no quiso asomar su belleza natural para que el sufrimiento de la noche, y el mío, no se sintieran amenazados.
Yo vestía de negro. Los acontecimientos de mi vida comenzaron a pintar mi ropa y yo sin inquietarme, miraba y me gustaba ir de negro, como refugiandome en la noche.
Encendía un cigarrilloy me sorprendí, el fuego era negro, sí, negro como mi ropa y como la noche que nos abrazaba. Comenzé a fumar y a caminar por senderos en los cuales sólo yo sabía que existían. No veía nada, pero sabía donde estaba. Cada paso, cada respiro, cada fumada de mi cigarrillo estaba medido.
Antes de llegar a aquel paisaje de eterna oscuridad, había escuchado decir a un perro "cada uno sabe donde le aprieta el zapato". Me pareció extraño que fuera un perro quién lo dijiera, por que los perros no ocupan zapatos.
Mientras deambulaba por aquellos senderos que sólo yo conocía, comenzé a sangrar. Daba un paso y parecía que alguien me habría una herida y le dejaba caer con brutalidad sal y alcohol. Me devolvía y cambiaba de dirección, y luego otra vez esa sensación de heridas abiertas. Poco a poco el dolor fué siendo parte de mí, y mientras la noche transcurría me iba refuguiando en más dolor que a esa altura de mi recorrido ya ni me parecía malo.
Sentado en un trono de espinas me puse a escribir. Mientras escribía me dí cuenta que lo que la tinta negra marcaba sobre el cuaderno negro eran palabras que mi volcabulario no solía utilizar, o frases e ideas que mi mente no consideraba, además de sentimientos de rencor que en aquella noche si creía que fueran adecuados para vivir
La noche parecía eterna y comensé a sentirme mal, la noche ya me estaba absorbiendo como parte de la oscuridad. que extraño pensamiento, no haberme dado cuenta que ya era parte de la noche, que mi vagar pertenecía al lado oscuro de la luna.
Dejé de escribir y boté el cuaderno negro a la mierda. Sentía que sangraba bastante, mi piel estaba llena de yagas y no sabía que hacer, quise llorar y al comienzo me resisití, pero cuando me acorde que estaba en la puta oscuridad me solté a llorar como un niño. Lloré bastante.
De pronto quise escapar de todos esos senderos, salí corriendo de aquel lugar, pero luego me devolví. Recordé al perro, y comencé a barrer con todos esos senderos de mierda que me hacían sangrar. Con mis propias manos fui creando un camino, mientras creaba la vía que cortara todos esos pasajes de autotortura, pude vislumbrar algunos colores. Me eché hacia atrás emocionado. Vi como el sol se levantaba por sobre las montañas, como el cielo se pintaba de un color alegre que me invitaba a unirme al cielo y comenzar a bailar, sí a bailar, como cuando eras un niño.
Levanté mis manos, no las veía de hace mucho tiempo. Miré mi ropa, vestía colores muy eufóricos, como esa euforia de rabia adolescente que alguna vez dejé escrita en canciones.
Comencé a correr bajo los rayos del sol que me encedían una maravillosa alegría de estar aquí, en mi camino trazado con mis propias manos.
Mientras comencé a dibujar en la tierra del camino un destino, vi pasar a aquel perro, el perro iba con zapatos, yo le sonreí y le dí las gracias. El perro sonrió y se echo a correr.

domingo, 27 de junio de 2010

Encuentro con Fátima

Andaba por calles perdidas, pasajes ajenos; entre gente extraña, entre salvajes bípedos. Miraba el cielo y me enfrentaba ante una gigante sábana amarilla y unos cuerpos celestes jugando a las escondidas. Mi mente refugiaba sólo al miedo y a un ser desconcertado.

No era un estado material.

Voy y no sé a dónde. Sólo voy. Camino porque las piedras me obligan a hacerlo. Me sumergo por el pavimento y nado entre el asfalto, que me pinta el cuerpo con líneas calientes negras. Viajo entre alcantarillas y tuberías, entre serpientes y cadenas. No puedo dejar de alimentarme de las raíces que asoman desde el techo.

Desde el cielo amarillo comienzan a bajar reyes muertos, Fátima, maniquíes y los cuerpos celestes. Salgo a la superficie por una alcantarilla, y todos están mirándome en silencio. Los militares me toman y me dicen que mire a los ojos de Fátima. Ella se acerca me acaricia y me mira perdidamente y dice: "Toma esta pastilla".

Despierto, sudado, y miro hacia todos lados, y estoy solo en el desierto. No sé en cuál desierto de arena negra. La sábana amarilla del cielo desapareció, y ahora no hay nada. Nada. El cielo es transparente. Escucho una dulce voz omnisciente que me dice al oído: "Ahora somos uno". Tratando de entender el mensaje, me miro y soy invadido por serpientes ciegas que se pasean por mis piernas y brazos.

Estoy tirado cerca de la carretera. Intento safarme y caminar, pero no puedo. Y aparece de una carreta la Vírgen, que va a por mí, me toma entre sus brazos y me sube a su carroza. Nos vamos al cielo y haremos el amor.

sábado, 19 de junio de 2010

Lejanía

Tú allá y yo acá. Tu aquí y yo allá, tan lejos de mi mismo.
Yo allá, tan lejos de ti y de mi. Tan lejos de todo.
Yo allá, tan cerca de todos. Tan lejos de mis sueños.
Yo allá. Moriré de soledad. Tú acá. Descubriste que no vale la pena llorar.
Llorar. Llorar por alguien que siempre estuvo muerto. Tú acá y yo allá.

Por: Francisco Arévalo Silva.

jueves, 10 de junio de 2010

En automático

En automático me enamoro del amor,
Sus ideales me seducen y llaman a su lado.
No creo en ti, le respondo y le doy vuelta la cara.
En automático la vida es bella, sin problemas
El dolor cierra la puerta y entra el olvido.
Ven pasa, siéntate conmigo y compartamos un rato, le digo
En automático la felicidad es efímera, pero intensa.
Bailemos, le digo alegre.
Me concede una pieza y se marcha entre la multitud.
En automático los sentidos engañan y el alcohol me toma prisionero
Suéltame, le grito iracundo
No puedo, somos uno me responde
En automático se va el arrepentimiento,
Y entra el éxtasis de estar vivo.
Quédate conmigo no me abandones, le ruego
En automático me convence la soledad
Y me llama a su lecho moribundo.
Caigo en sus brazos aturdido.
En automático he hecho daño,
Lo hice sin intención,
Pero el dolor no se puede compartir.
Estoy abriendo mi caja de Pandora
Y espero no decir algo que no quiero.
En automático.

Todas estas fueron las palabras que pasaron por mi mente cuando preferí andar ebrio en vez de hacer vigilia a mi viejo que se cagaba de dolor solo en el hospital. Esa noche de mierda no necesite que me dijeran nada. Por mi parte entendí que tenía problemas y decidí ser una versión de mi mismo que no hizo más que fracasar, otra vez...
Algunas personas supieron de aquello.

Por: Francisco Arévalo Silva

jueves, 3 de junio de 2010

Puente.

Un lago de conciencia

Que se extingue cada vez más.

El cielo pesa

Ante nuestros ojos.

Las flores son rojas, negras y violetas

Cada una relacionada

Con la simpleza de las emociones

Que alguna vez compartimos.

El camino ya no es el de siempre.

Se desmorona

Como un viejo puente

Conformado por troncos.

Así es la vida

Las personas pasan

Y las vivencias nos desgastan

Pero de alguna u otra manera

Siempre buscamos

La forma de no cortar la cuerda

Que nos sostiene.

Por: Mario Iturrieta.